viernes, 5 de julio de 2013

Un minuto de tu vida.

En el mismo minuto que unos mueren, hay otros naciendo al unísono. Y el sol que al este se ve nítido al oeste pierde el brillo oscurecido por conflictos bélicos y ritos. Ya que el mundo se describe en dos capítulos distintos pero unidos por un eje, que vinculan los vestigios del olvido consentido por los seres, con momentos bien precisos. Que coinciden en el tiempo sin buscarlo, ni pedirlos; ni quererlo, quien se obligue ahora a leer lo que otros dicen sobre un hecho acaecido entre dos nieves. Si las lluvias anteceden al invierno. Y un otoño sin nostalgias cubre el cielo; y olvidamos lo sentido sin ser viejos…
Dos momentos verdaderos pero ajenos:
Uno, lejos de aquí desde donde sentado les escribo pensando a un presente cierto, en futuro diluido con gotas de todo quiero y de no pido ni un quilo para tenerlo ahora mismo; pues soy capaz de encenderme a corazón abierto, sin misterios ni algoritmos matemáticos inciertos. ¡Al filo de proyectos nuevos y verídicos, calculados al dedillo, pero empíricos por la fuerza de lo acontecido en el terreno y de los conocimientos perdidos por los libros de textos que no se leen! Y otro, aquí mismo y no muy lejos de mis dedos, en otros sitios paralelos que no vemos porque no podemos. Con diferentes destinos y quizás hasta con nombres ficticios que  no invocan a nombrar sus apellidos, como puntos sin rumbos fijos; siempre resueltos a ir lejos…
Un minuto compartido entre veremos si ojos secos ven contrarios los sentidos, humedecidos en el fondo de algún hueco negro, abierto a precipicios repentinos donde dar besos crea martirios. Y entre otros que ya han visto producirse el buen milagro consentido, como los sueños quiméricos nunca visto, que nos cuentan siendo niños los abuelos.
Como recuerdo ahora al mío, contándome un espejismo de esos que casi nunca creemos, en el que como avión despega el limbo de un pasajero hipotético. Parte cargado de sonetos que cantan a un mundo bello, atraviesa el atlántico en vuelo y deja atrás el pacifico sin bajarse en aeropuerto. En el antártico siente frio y en el indico mareos. Pide permiso al Olimpo para aterrizar en sus predios, autoriza a los conceptos a teorizar con principios; y les da ideas, contenido y movimientos rectos asimilados a círculos que en triángulos se convirtieron como estrellas de buen vino. Arrítmicos, críticos, sucesivos e inexactos, como todos los que sentimos antes de morirnos, o cuando estamos vivos y somos tímidos al exponer lo que sentimos sin llorarlo.
Y luego se sienta en el suelo junto a otros amigos buenos que han hecho el viaje sonriendo, en la dimensión que quisieron sus recuerdos duraderos y más nítidos. Y les dedica unos versos eclécticos y sin modelo; a puro dedo y cerebro, armando un evento serio, verdadero pero efímero, egocéntrico y excéntrico al superlativo del delirio mítico que vivieron. Como los flujos etéreos del pensamiento algorítmico, que crean acontecimientos para dotar seres cuerdos, que viven locos de contento viviendo momentos divinos sin necesidad de estar durmiendo… ¡Como sueños vistos hechos!
Y cuando termino el verso un minuto ha transcurrido consumido en los recuerdos, si cada ejemplo es distinto, ninguno lo es duradero. Lo dicho, visto y oído ajusta los mecanismos de un universo en silencio. Si no entendieron, lo siento, intenten leerlos de nuevo y comprenderán lo que digo en metáforas y aforismos. Pues es así de sencillo, en un minuto cambia el cielo y al mirar ya está lloviendo…
Como en el jardín de los idilios y los ritos, sobre canteros de Milsueños que prosperan florecidos por mis dedos y cerebro; algo poéticos pero siempre cuerdos, porque ya son algo viejos y ahora aprendo de lo hecho en otros tiempos…
Picture by Ariel Arias.
autosurf

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